jueves, 12 de abril de 2012
lunes, 9 de abril de 2012
Qué guay, el español de España
Utilizar acera para referirse a la banqueta, decir aparcar en vez de estacionar, llamar juerga a la fiesta y emplear pirarse en lugar de huir, son usos del español de España que se han incorporado en el léxico de los mexicanos en los últimos tiempos.
Sea a través de series de televisión, del subtitulaje de las películas, de medios de comunicación o de libros traducidos por los españoles, el español de México está teniendo una penetración de usos españoles actuales.
Aunque hay palabras que se conocen pero no se usan como alféizar, cotillerar, gilipollas, joder o curro, hay otros términos españoles usados: mal quedas, vale, aparcadero y a veces kinki, que define a seres que pertenece a un grupo social marginado.
¿Por qué los mexicanos incorporamos a nuestro español palabras y giros que nunca han sido nuestros? Para algunos la respuesta es una: es parte de la estandarización del español en el mundo de habla hispana, pero para otros responde a factores comerciales, globales y culturales.
A esa interrogante se suman dudas sobre si la fácil penetración de esas palabras españolas en el habla de los mexicanos se debe a una educación "frágil" o "pobre" o si sólo responde a una moda detonada por los medios, en especial la televisión.
El académico de El Colegio de México, Luis Fernando Lara, dice que esta situación se debe a varios factores, entre ellos el aumento de las comunicaciones entre los países hispanohablantes, la lectura de la prensa española, como El País; la presencia de empresas españolas que traen sus propias campañas publicitarias.
Pero que además, dice, llegan con una arrogancia "muy característica del capitalismo español actual, de nuevos dominadores, por lo que no se cuidan de respetar formas de expresión mexicanas y, por el contrario, actúan imponiendo su propia manera de hablar. En este contexto, es manifiesta la política española que promueve lo que llaman ‘la marca España’, con el fuerte apoyo de la Real Academia Española, Fundéu y EFE".
El lingüista mexicano que coordinó el Diccionario del español de México dice que la lengua española actual es resultado de un milenio de evolución y que por diferentes causas esa lengua se ha mantenido suficientemente unida como para que nos podamos comunicar bien cerca de 400 millones de hispanohablantes. "Nuestro español mexicano forma parte de esa unidad, por lo tanto nuestras palabras las compartimos con todos los demás, como herencia", señala.
De la misma opinión es Arturo Hernández, secretario académico del Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. "El español es patrimonio de todos los hispanohablantes, la lata es cuando incorporamos al idioma palabras de otras lenguas".
Una educación frágil
Lara afirma que "nuestra educación pública es un desastre: comenzando por los Presidentes de la República, ministros, secretarios de Educación, sus empleados y los maestros, todos han tenido una muy deficiente educación de la lengua".
Asegura que las maneras mexicanas tradicionales de hablar ya no se transmiten en las escuelas y que encandilados por el inglés, todos esos individuos y las empresas, creen que usar palabras del inglés es "lo moderno", lo que les da prestigio y poder.
"Así, ya no piden ‘un caballito de tequila’ sino ‘un shot’; Zedillo le contestó una vez a una mujer que le pedía limosna: ‘no traigo cash’; en las tiendas ya no le dan comprobantes de compra, sino ‘vouchers’; en aeropuertos los mostradores son de ‘check-in’; ahora está de moda llamar al hostigamiento en las escuelas ‘bullying’, etc. De tal manera, la conciencia de hablar español entre nosotros está muy dañada y la gente, completamente desorientada", señala.
Lara reconoce que acera ha sido la palabra más generalizada en español y por eso, cuando queremos darnos a entender con otros hispanohablantes, omitimos banqueta, como los colombianos omiten andén. "Esa capacidad es la que debiera nutrir una buena educación del español en México. No he oído, todavía, que un mexicano diga aparcar, más bien se conserva nuestro estacionar".
Para Hernández no existe ningún problema en que se incorporen palabras del español actual de España.
"Decimos cluch, imagínate decir ‘¡pisale el embrague!’ o ‘¡métele el embrague!’ No lo decimos, se oye horrible. Hemos incorporado varias palabras pero no importa, somos hispanohablantes también, no es préstamo de otra lengua".
El catedrático incluso niega verle algún problema a ese hecho y reconoce que se está estandarizando el uso del español. "Se están eliminando las diferencias, parece que los mexicanos éramos muy distintos a los españoles y ahora eso no es tan cierto".
Riqueza de lenguaje
Para Hernández hay una gran influencia de los medios de comunicación, que incluyen programas en todos los dialectos del español. "Más que los subtitulajes de las películas o las traducciones hechas por españoles de los libros, influyen más los programas de televisión, porque no es lo mismo leer el lenguaje, que oírlo y fijarnos en cómo dijo esa palabra y seguirla usando con ese sentido", dice el profesor de la UNAM.
Recalca que esto mismo les está pasando a los españoles, ellos están adquiriendo léxico de toda Latinoamérica. "En realidad no es una cuestión de ‘¡uy, qué miedo!’ Igual leemos Cervantes que leemos Cortázar, García Márquez o Fuentes y no pasa nada, no es como leer Shakespeare".
Para Lara es tal la penetración, que cita el caso de diarios como La Jornada, cuyos correctores de estilo se apegan tanto a los dictados académicos y los manuales de estilo de la prensa española, que ya comienza a utilizar la palabra "fallo" con el significado mexicano de "falla".
"Para nosotros, una falla es un mal funcionamiento de algo, mientras que un fallo es una decisión judicial; algo que, paradójicamente, le hizo daño a La Jornada en su pleito con Letras Libres, fue el uso español de la palabra ‘complicidad’; hoy, en España, tienden a entenderla como ‘colaboración cercana’, mientras que en español de México quiere decir ‘colaboración en un delito’", afirma.
Cita además el caso de los locutores de futbol que comienzan a usar el "leísmo", característica del castellano, diferente del "loísmo" mexicano, tradicionalmente considerado más correcto —incluso por la RAE.
"En México solemos decir ‘lo invito a cenar’; los españoles leístas dicen ‘le invito a cenar’. Es como si esos mexicanos pensaran que el leísmo es más cortés. Falso", señala.
Hernández no lo considera un problema, acaso le parece curioso: "No hay que escandalizarnos, en todo caso tenemos más palabras y un léxico más rico, no perdemos nuestras palabras. ¿Qué pasa? Pues nada.
Sea a través de series de televisión, del subtitulaje de las películas, de medios de comunicación o de libros traducidos por los españoles, el español de México está teniendo una penetración de usos españoles actuales.
Aunque hay palabras que se conocen pero no se usan como alféizar, cotillerar, gilipollas, joder o curro, hay otros términos españoles usados: mal quedas, vale, aparcadero y a veces kinki, que define a seres que pertenece a un grupo social marginado.
¿Por qué los mexicanos incorporamos a nuestro español palabras y giros que nunca han sido nuestros? Para algunos la respuesta es una: es parte de la estandarización del español en el mundo de habla hispana, pero para otros responde a factores comerciales, globales y culturales.
A esa interrogante se suman dudas sobre si la fácil penetración de esas palabras españolas en el habla de los mexicanos se debe a una educación "frágil" o "pobre" o si sólo responde a una moda detonada por los medios, en especial la televisión.
El académico de El Colegio de México, Luis Fernando Lara, dice que esta situación se debe a varios factores, entre ellos el aumento de las comunicaciones entre los países hispanohablantes, la lectura de la prensa española, como El País; la presencia de empresas españolas que traen sus propias campañas publicitarias.
Pero que además, dice, llegan con una arrogancia "muy característica del capitalismo español actual, de nuevos dominadores, por lo que no se cuidan de respetar formas de expresión mexicanas y, por el contrario, actúan imponiendo su propia manera de hablar. En este contexto, es manifiesta la política española que promueve lo que llaman ‘la marca España’, con el fuerte apoyo de la Real Academia Española, Fundéu y EFE".
El lingüista mexicano que coordinó el Diccionario del español de México dice que la lengua española actual es resultado de un milenio de evolución y que por diferentes causas esa lengua se ha mantenido suficientemente unida como para que nos podamos comunicar bien cerca de 400 millones de hispanohablantes. "Nuestro español mexicano forma parte de esa unidad, por lo tanto nuestras palabras las compartimos con todos los demás, como herencia", señala.
De la misma opinión es Arturo Hernández, secretario académico del Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. "El español es patrimonio de todos los hispanohablantes, la lata es cuando incorporamos al idioma palabras de otras lenguas".
Una educación frágil
Lara afirma que "nuestra educación pública es un desastre: comenzando por los Presidentes de la República, ministros, secretarios de Educación, sus empleados y los maestros, todos han tenido una muy deficiente educación de la lengua".
Asegura que las maneras mexicanas tradicionales de hablar ya no se transmiten en las escuelas y que encandilados por el inglés, todos esos individuos y las empresas, creen que usar palabras del inglés es "lo moderno", lo que les da prestigio y poder.
"Así, ya no piden ‘un caballito de tequila’ sino ‘un shot’; Zedillo le contestó una vez a una mujer que le pedía limosna: ‘no traigo cash’; en las tiendas ya no le dan comprobantes de compra, sino ‘vouchers’; en aeropuertos los mostradores son de ‘check-in’; ahora está de moda llamar al hostigamiento en las escuelas ‘bullying’, etc. De tal manera, la conciencia de hablar español entre nosotros está muy dañada y la gente, completamente desorientada", señala.
Lara reconoce que acera ha sido la palabra más generalizada en español y por eso, cuando queremos darnos a entender con otros hispanohablantes, omitimos banqueta, como los colombianos omiten andén. "Esa capacidad es la que debiera nutrir una buena educación del español en México. No he oído, todavía, que un mexicano diga aparcar, más bien se conserva nuestro estacionar".
Para Hernández no existe ningún problema en que se incorporen palabras del español actual de España.
"Decimos cluch, imagínate decir ‘¡pisale el embrague!’ o ‘¡métele el embrague!’ No lo decimos, se oye horrible. Hemos incorporado varias palabras pero no importa, somos hispanohablantes también, no es préstamo de otra lengua".
El catedrático incluso niega verle algún problema a ese hecho y reconoce que se está estandarizando el uso del español. "Se están eliminando las diferencias, parece que los mexicanos éramos muy distintos a los españoles y ahora eso no es tan cierto".
Riqueza de lenguaje
Para Hernández hay una gran influencia de los medios de comunicación, que incluyen programas en todos los dialectos del español. "Más que los subtitulajes de las películas o las traducciones hechas por españoles de los libros, influyen más los programas de televisión, porque no es lo mismo leer el lenguaje, que oírlo y fijarnos en cómo dijo esa palabra y seguirla usando con ese sentido", dice el profesor de la UNAM.
Recalca que esto mismo les está pasando a los españoles, ellos están adquiriendo léxico de toda Latinoamérica. "En realidad no es una cuestión de ‘¡uy, qué miedo!’ Igual leemos Cervantes que leemos Cortázar, García Márquez o Fuentes y no pasa nada, no es como leer Shakespeare".
Para Lara es tal la penetración, que cita el caso de diarios como La Jornada, cuyos correctores de estilo se apegan tanto a los dictados académicos y los manuales de estilo de la prensa española, que ya comienza a utilizar la palabra "fallo" con el significado mexicano de "falla".
"Para nosotros, una falla es un mal funcionamiento de algo, mientras que un fallo es una decisión judicial; algo que, paradójicamente, le hizo daño a La Jornada en su pleito con Letras Libres, fue el uso español de la palabra ‘complicidad’; hoy, en España, tienden a entenderla como ‘colaboración cercana’, mientras que en español de México quiere decir ‘colaboración en un delito’", afirma.
Cita además el caso de los locutores de futbol que comienzan a usar el "leísmo", característica del castellano, diferente del "loísmo" mexicano, tradicionalmente considerado más correcto —incluso por la RAE.
"En México solemos decir ‘lo invito a cenar’; los españoles leístas dicen ‘le invito a cenar’. Es como si esos mexicanos pensaran que el leísmo es más cortés. Falso", señala.
Hernández no lo considera un problema, acaso le parece curioso: "No hay que escandalizarnos, en todo caso tenemos más palabras y un léxico más rico, no perdemos nuestras palabras. ¿Qué pasa? Pues nada.
La lengua viva: La gran polémica: castellano o español
Mi amigo Antonio Lamela me envía un largo memorándum para reivindicar el nombre de "español" que debemos dar a nuestra lengua común, mal llamada "castellano", según él. El ilustre arquitecto y humanista sostiene que el castellano no se habla desde el siglo XVI. La preferencia actual por la voz "castellano" no es más que "una perversa trampa impuesta por grupitos de políticos periféricos para beneficio propio, causando gravísimos daños a sus respectivas regiones y a la nación". Don Antonio defiende que realmente "el castellano es una lengua muerta al haber nacido el español como idioma nacional. En España nadie habla castellano sino español".
Comprendo el argumento patriótico de don Antonio, realmente admirable. Pero me temo que las cosas son algo más complicadas. Cierto es que los nacionalistas utilizan "castellano" para no tener que decir "español", palabra vitanda para ellos. Pero estamos ante dos palabras que pueden ser intercambiables. Fuera de España no cabe duda: solo cabe hablar de "español", como lo hacen los hispanohablantes de todo el mundo. Ahora bien, dentro de España, para comparar el español con el catalán y sus variantes, el vascuence y el gallego, es lícito referirse al castellano. Según la Constitución esa es la lengua española oficial del Estado. Yo habría preferido que no hubiera lengua oficial en España, como no la hubo hasta 1931 y nunca la hubo en la época virreinal. Hemos de reconocer que el castellano es la única lengua que hablan normalmente los españoles, la que sirve para entenderse entre ellos. Así pues, más que oficial del Estado, es la natural de la nación española.
Como es sabido, el español fue el primer idioma moderno que logró estampar una gramática. Fue en el año 1492. El autor: Antonio de Lebrija (o Nebrija). El título: "Gramática que nuevamente hizo el maestro Antonio de Lebrija sobre la lengua castellana". Como era costumbre de los humanistas de la época, se cambio su nombre de pila por el de Elio Antonio. Fue catedrático en Salamanca y en Alcalá de Henares.
En 1611 Sebastián de Covarrubias publica su célebre "Tesoro de la lengua castellana o española". En el prólogo se refiere a la "lengua castellana". Ese libro ha sido la base de todos los diccionarios y etimologías del español que se han publicado después. Por lo menos queda claro que el castellano no era una lengua muerta al tiempo que se escribiera el Quijote. Tampoco lo es ahora, pues, bajo la forma de español, es el idioma natural de 400 millones de habitantes. Más, después del inglés, es el idioma que más se aprende en el mundo.
En 1726 se publica el primer diccionario de la Real Academia Española. Es conocido como Diccionario de Autoridades. Su título es: "Diccionario de la lengua castellana". Los últimos diccionarios de la Real Academia Española adoptan ya el título de "lengua española".
Resumo mi posición. La dicotomía castellano-español no es tal o por lo menos no debe tomarse como un enfrentamiento. Una palabra no excluye la otra. Los que no tenemos empacho en pronunciar las voces España o español recurrimos cuando conviene a decir "lengua castellana" cuando la comparamos con las otras habladas por algunos españoles de forma natural. Aun así, repudio el uso de "castellano" para no tener que decir "español". Entiendo que ni el castellano ni el español son lenguas "propias" de un territorio. Las lenguas propias o naturales lo son de sus hablantes. Por ejemplo, en Cataluña el castellano es la lengua natural de la mitad (más o menos) de la población de esa región, así como el catalán lo es de la otra mitad. En los países hispanoamericanos se hablan muchas lenguas, pero el español es la única que se puede decir natural o común de los hablantes de todos esos países. Por lo mismo, el español es la lengua natural de unos 40 millones de habitantes de los Estados Unidos de América.
Comprendo el argumento patriótico de don Antonio, realmente admirable. Pero me temo que las cosas son algo más complicadas. Cierto es que los nacionalistas utilizan "castellano" para no tener que decir "español", palabra vitanda para ellos. Pero estamos ante dos palabras que pueden ser intercambiables. Fuera de España no cabe duda: solo cabe hablar de "español", como lo hacen los hispanohablantes de todo el mundo. Ahora bien, dentro de España, para comparar el español con el catalán y sus variantes, el vascuence y el gallego, es lícito referirse al castellano. Según la Constitución esa es la lengua española oficial del Estado. Yo habría preferido que no hubiera lengua oficial en España, como no la hubo hasta 1931 y nunca la hubo en la época virreinal. Hemos de reconocer que el castellano es la única lengua que hablan normalmente los españoles, la que sirve para entenderse entre ellos. Así pues, más que oficial del Estado, es la natural de la nación española.
Como es sabido, el español fue el primer idioma moderno que logró estampar una gramática. Fue en el año 1492. El autor: Antonio de Lebrija (o Nebrija). El título: "Gramática que nuevamente hizo el maestro Antonio de Lebrija sobre la lengua castellana". Como era costumbre de los humanistas de la época, se cambio su nombre de pila por el de Elio Antonio. Fue catedrático en Salamanca y en Alcalá de Henares.
En 1611 Sebastián de Covarrubias publica su célebre "Tesoro de la lengua castellana o española". En el prólogo se refiere a la "lengua castellana". Ese libro ha sido la base de todos los diccionarios y etimologías del español que se han publicado después. Por lo menos queda claro que el castellano no era una lengua muerta al tiempo que se escribiera el Quijote. Tampoco lo es ahora, pues, bajo la forma de español, es el idioma natural de 400 millones de habitantes. Más, después del inglés, es el idioma que más se aprende en el mundo.
En 1726 se publica el primer diccionario de la Real Academia Española. Es conocido como Diccionario de Autoridades. Su título es: "Diccionario de la lengua castellana". Los últimos diccionarios de la Real Academia Española adoptan ya el título de "lengua española".
Resumo mi posición. La dicotomía castellano-español no es tal o por lo menos no debe tomarse como un enfrentamiento. Una palabra no excluye la otra. Los que no tenemos empacho en pronunciar las voces España o español recurrimos cuando conviene a decir "lengua castellana" cuando la comparamos con las otras habladas por algunos españoles de forma natural. Aun así, repudio el uso de "castellano" para no tener que decir "español". Entiendo que ni el castellano ni el español son lenguas "propias" de un territorio. Las lenguas propias o naturales lo son de sus hablantes. Por ejemplo, en Cataluña el castellano es la lengua natural de la mitad (más o menos) de la población de esa región, así como el catalán lo es de la otra mitad. En los países hispanoamericanos se hablan muchas lenguas, pero el español es la única que se puede decir natural o común de los hablantes de todos esos países. Por lo mismo, el español es la lengua natural de unos 40 millones de habitantes de los Estados Unidos de América.
El mapa del cerebro bilingüe
Ángeles López | Madrid
Actualizado sábado 24/03/2012 08:53 horas
El lenguaje no es algo que exista fuera de nosotros, 'vive' en el cerebro. Aprender un solo idioma o dos de forma simultánea conforma unas redes neuronales distintas entre una persona monolingüe y otra bilingüe pero, ¿de qué manera influye esa diferencia? ¿Tienen los políglotas capacidades no comunicativas superiores? ¿Son más listos los niños que hablan dos lenguas? ¿Genera el mismo efecto en el desarrollo aprender castellano y catalán que inglés y japonés?
Existen muchos grupos científicos que están estudiando el proceso de adquisición del lenguaje y cómo las lenguas se organizan en el cerebro. Uno de los más prestigiosos y prolíferos es el denominado BRAINGLOT, integrado por seis grupos en los que trabajan unos 200 investigadores. Se trata de un proyecto español que, desde que se formó hace cuatro años, no ha dejado de publicar resultados interesantes sobre distintos aspectos del bilingüismo, en el área neuropsicológica, funcional y lingüística.
"España es el lugar idóneo para hacer este tipo de investigaciones por diferentes razones. Pocos países, por no decir ninguno, tienen nuestras peculiaridades. Contamos con individuos que utilizan lenguas muy parecidas, como el catalán y el español, y otros muy dispares, como el euskera y el español. También hay población monolingüe. Además, el estatus social y educativo entre ellos es similar y las distancias que los separan son pequeñas", afirma Núria Sebastián-Gallés, doctora en psicología, principal investigadora del grupo Percepción y Adquisición del Discurso de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y coordinadora del proyecto BRAINGLOT.
Entre sus objetivos se encuentran averiguar las bases neuronales del procesamiento del lenguaje en las personas bilingües, conocer las diferencias, positivas y negativas, que esta segunda lengua genera en la mente y saber cuál es el solapamiento que se da entre las redes neuronales con los cambios de tareas no lingüísticas y del lenguaje. Para ello, desde la Universitat Jaume I de Castellón, el grupo de César Ávila, catedrático de Psicología Básica, trabaja en el laboratorio de neuroimagen funcional para conseguir el 'retrato' del cerebro bilingüe.
"Las personas bilingües utilizan más áreas cerebrales en una tarea lingüística, sobre todo del lado izquierdo del cerebro (el relacionado con el lenguaje) y de algunas del derecho. Es un procesamiento menos eficiente pero no menos eficaz, es decir, lo hacen igual de bien que los monolingües pero para ello necesitan emplear más áreas de su cerebro. Esto podría significar algún tipo de pequeñísimo enlentecimiento a la hora de manejar el lenguaje. Pero la parte positiva es que los bilingües tempranos al pasarse todo el día cambiando de lenguaje, tienen entrenadas capacidades cognitivas no lingüísticas, en concreto en las funciones ejecutivas, que sirven para adaptarse a los cambios de tareas variadas. Se podría decir que en estas tareas son mejores. Nosotros aportamos la base visual de por qué son más eficaces y hemos visto que es porque utilizan otras áreas cerebrales distintas a los monolingües", apunta Ávila.
Ellen Bialystok y Michelle Martin, dos expertas en bilingüismo, explican en un artículo, publicado 2004 en la revista 'Developmental Science', que "el bilingüismo precoz modifica y mejora en los niños el desarrollo del control de la atención mientras que tiene poco impacto en cómo se analizan las representaciones". Pero, como recoge en otro trabajo publicado hace dos años en la revista de la 'Asociación para la Ciencia Psicológica', "las personas que hablan dos idiomas tienen menor competencia en el lenguaje formal".
Como apunta Albert Costa, coordinador del grupo de Investigación en Producción del Habla y Bilingüismo, de la Universitat Pompeu Fabra, y también integrante del proyecto español, "son las dos caras de una moneda. A la hora de producir lenguas parece que los bilingües son más lentos y tienen con más frecuencia una mayor dificultad para encontrar la palabra deseada, es lo que se denomina tener la palabra en la punta de la lengua. Además, poseen un menor vocabulario, aunque cuando se tienen en cuenta las dos lenguas el número de palabras que conocen es superior en comparación con una persona monolingüe. Pero esto es algo lógico, es como quien juega sólo al tenis y el que juega al tenis y al pádel, el primero será mejor en tenis pero el segundo sabrá manejarse en los dos juegos", explica.
Las divergencias en la flexibilidad cognitiva no son "diferencias brutales, si no todo el mundo estaría dominado por los bilingües. En cuanto al manejo del lenguaje, esa mayor lentitud a la hora de encontrar la palabra correcta es de milésimas de segundo, mientras la persona habla no se nota que tiene otras lenguas tocándole las narices y que su cerebro tiene que estar eligiendo constantemente el idioma con el que tiene que hablar", señala Sebastián-Gallés.
Parece que la gimnasia mental de aprender y utilizar dos idiomas contribuye al concepto de reserva cognitiva, es decir, que a igualdad de daño cerebral en una demencia o en el Alzheimer hay gente que tiene menos síntomas. Ojalá hubiera más datos en este sentido. En España se podría hacer un estudio epidemiológico serio, pero como el bilingüismo es un tema sensible políticamente hablando no hay interés en este sentido".
Otra rama de investigación es aquella destinada a conocer las diferencias que se dan a una edad muy temprana. "Nosotros no trabajamos mucho con bebés, pero sí hay estudios sobre el tema. Se sabe que en los primeros meses no se puede distinguir entre dos lenguas pero, a los cuatro meses, un niño sí puede diferenciar entre catalán y castellano. También, a los ocho meses, los bebés bilingües pueden notar las diferencias, por ejemplo, entre español y francés, simplemente viendo dos personas hablar, sin escucharlas, mientras que un monolingüe es incapaz de hacerlo", afirma Sebastián-Gallés.
En sus trabajos, también han comprobado, mediante resonancia magnética funcional, que aunque uno aprenda dos lenguas desde el nacimiento, siempre hay una que va a funcionar como dominante, y que será aquella a la que más esté expuesto el bebé (normalmente la lengua de la madre). "Esto sólo se ve con técnicas muy finas, porque hay diferencias muy pequeñas, tanto que la propia persona no se da cuenta de que maneja mejor una que otra", aclara esta psicóloga.
Esta experta analiza las señales cerebrales de las personas cuando escuchan en un idioma algo mal (cuando se produce una violación sintáctica) y su manera en que el cerebro codifica eso. "Hay una cosa que la gente no se da cuenta: Se cree que el lenguaje es algo cultural pero no es así, es una función cognitiva. Si la segunda lengua es muy distinta, el patrón cerebral será diferente en una persona bilingüe que en una nativa. Pero también estudiamos qué aspectos de la lengua están representados de la misma manera en el cerebro de los dos", aclara.
Laka insiste en que la información que se consigue estudiando el cerebro de una persona que habla dos idiomas es mucho más rica que la que se logra analizando el de alguien nativo. "Todo el retrato completo nos hace comprender mejor la naturaleza del lenguaje", afirma. Esta especialista evalúa a personas de unos veintitantos años que aprendieron euskera con cuatro o cinco años. "Pensábamos que no íbamos a encontrar diferencias entre ellos y los nativos, pero no ha sido así. A los cuatro años, la primera lengua ya ha ocupado un espacio prioritario en el cerebro, y la segunda tiene que luchar por su espacio".
Pero también se sabe que como se realiza menos esfuerzo con el primer idioma, el tejido cerebral implicado en su uso es menor. De hecho, varios estudios muestran que existen diferencias en la densidad de materia blanca entre las personas bilingües y las que sólo hablan un idioma. "A mayor mielina mayor rapidez de procesamiento. Los cambios no sólo son funcionales sino estructurales. Lo importante es determinar que un aprendizaje externo conforma una morfología cerebral", señala Costa.
El grupo vasco también analiza el efecto que tiene la ergatividad, es decir, "el euskera como las lenguas mayas, el georgiano o el tibetano, es una lengua ergativa y tiene una manera de marcar los sujetos y los objetos distinta a la de las lenguas nominativas como son todas las latinas. Esto se ha considerado una división psicológica. También miramos aspectos como la concordancia verbal que en castellano sólo es con el sujeto, mientras que en euskera es con el sujeto, el objeto y el dativo. Y ahí vemos que cuando tienes concordancia en tu lengua nativa, puedes usar ese recurso para la segunda lengua".
"Mientras en las lenguas nativas todos somos igual de buenos, sólo hay diferencias por la educación, en las segundas lenguas no todo el mundo es igual. Hay evidencias que sugieren que determinadas maneras de aprender una lengua son más validas para unas personas que para otras. Quizás en un futuro podamos predecir, según el tipo de persona que seas, la manera de aprendizaje que requieres", aventura Laka.
Porque un objetivo a largo plazo es que este conocimiento sirva para ayudar a aprender una segunda lengua de manera más eficiente. "Pero esto sólo se podrá hacer cuando sepamos mucho más sobre este tema", explica esta investigadora que también señala la falta de recursos a un año vista. "El proyecto nació con el compromiso político de que los recursos que íbamos a tener no se iban a terminar finalizados los cinco años, sino que tendría continuidad. Pero eso ha cambiado. Es verdad que la situación económica también lo ha hecho, pero es una pena que en un país ideal para estudiar el bilingüismo no se pueda hacer. No es un problema de recursos humanos sino de estabilidad e infraestructura para hacer ciencia".
Existen muchos grupos científicos que están estudiando el proceso de adquisición del lenguaje y cómo las lenguas se organizan en el cerebro. Uno de los más prestigiosos y prolíferos es el denominado BRAINGLOT, integrado por seis grupos en los que trabajan unos 200 investigadores. Se trata de un proyecto español que, desde que se formó hace cuatro años, no ha dejado de publicar resultados interesantes sobre distintos aspectos del bilingüismo, en el área neuropsicológica, funcional y lingüística.
"España es el lugar idóneo para hacer este tipo de investigaciones por diferentes razones. Pocos países, por no decir ninguno, tienen nuestras peculiaridades. Contamos con individuos que utilizan lenguas muy parecidas, como el catalán y el español, y otros muy dispares, como el euskera y el español. También hay población monolingüe. Además, el estatus social y educativo entre ellos es similar y las distancias que los separan son pequeñas", afirma Núria Sebastián-Gallés, doctora en psicología, principal investigadora del grupo Percepción y Adquisición del Discurso de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y coordinadora del proyecto BRAINGLOT.
Entre sus objetivos se encuentran averiguar las bases neuronales del procesamiento del lenguaje en las personas bilingües, conocer las diferencias, positivas y negativas, que esta segunda lengua genera en la mente y saber cuál es el solapamiento que se da entre las redes neuronales con los cambios de tareas no lingüísticas y del lenguaje. Para ello, desde la Universitat Jaume I de Castellón, el grupo de César Ávila, catedrático de Psicología Básica, trabaja en el laboratorio de neuroimagen funcional para conseguir el 'retrato' del cerebro bilingüe.
Flexibilidad cognitiva
Diferencias en la circunvolución frontal inferior en un cerebro monolingüe (en rojo) y en un bilingüe (azul). | BRAINGLOT
Ellen Bialystok y Michelle Martin, dos expertas en bilingüismo, explican en un artículo, publicado 2004 en la revista 'Developmental Science', que "el bilingüismo precoz modifica y mejora en los niños el desarrollo del control de la atención mientras que tiene poco impacto en cómo se analizan las representaciones". Pero, como recoge en otro trabajo publicado hace dos años en la revista de la 'Asociación para la Ciencia Psicológica', "las personas que hablan dos idiomas tienen menor competencia en el lenguaje formal".
Como apunta Albert Costa, coordinador del grupo de Investigación en Producción del Habla y Bilingüismo, de la Universitat Pompeu Fabra, y también integrante del proyecto español, "son las dos caras de una moneda. A la hora de producir lenguas parece que los bilingües son más lentos y tienen con más frecuencia una mayor dificultad para encontrar la palabra deseada, es lo que se denomina tener la palabra en la punta de la lengua. Además, poseen un menor vocabulario, aunque cuando se tienen en cuenta las dos lenguas el número de palabras que conocen es superior en comparación con una persona monolingüe. Pero esto es algo lógico, es como quien juega sólo al tenis y el que juega al tenis y al pádel, el primero será mejor en tenis pero el segundo sabrá manejarse en los dos juegos", explica.
Las divergencias en la flexibilidad cognitiva no son "diferencias brutales, si no todo el mundo estaría dominado por los bilingües. En cuanto al manejo del lenguaje, esa mayor lentitud a la hora de encontrar la palabra correcta es de milésimas de segundo, mientras la persona habla no se nota que tiene otras lenguas tocándole las narices y que su cerebro tiene que estar eligiendo constantemente el idioma con el que tiene que hablar", señala Sebastián-Gallés.
El lenguaje en los bebés y en los ancianos
Lo que sí que parece es que las ventajas del bilingüismo se notan más en los niños pequeños y en los ancianos. "El área prefrontal es la parte del cerebro que se termina de desarrollar más tarde en la vida, lo hace en la adolescencia tardía, y es de las primeras que se nos fastidia, entre los 30 y 40 años. Como los bilingües la tienen más entrenada, eso hace que se les acelere el desarrollo y parece que previene o frena la aparición de los síntomas de deterioro", detalla esta psicóloga. Aunque como apunta Costa, "hay que ir con cuidado en relación con las demencias, porque hay pocos estudios sobre el tema.'Utilizar dos idiomas contribuye al concepto de reserva cognitiva'
Otra rama de investigación es aquella destinada a conocer las diferencias que se dan a una edad muy temprana. "Nosotros no trabajamos mucho con bebés, pero sí hay estudios sobre el tema. Se sabe que en los primeros meses no se puede distinguir entre dos lenguas pero, a los cuatro meses, un niño sí puede diferenciar entre catalán y castellano. También, a los ocho meses, los bebés bilingües pueden notar las diferencias, por ejemplo, entre español y francés, simplemente viendo dos personas hablar, sin escucharlas, mientras que un monolingüe es incapaz de hacerlo", afirma Sebastián-Gallés.
En sus trabajos, también han comprobado, mediante resonancia magnética funcional, que aunque uno aprenda dos lenguas desde el nacimiento, siempre hay una que va a funcionar como dominante, y que será aquella a la que más esté expuesto el bebé (normalmente la lengua de la madre). "Esto sólo se ve con técnicas muy finas, porque hay diferencias muy pequeñas, tanto que la propia persona no se da cuenta de que maneja mejor una que otra", aclara esta psicóloga.
El aprendizaje de una segunda lengua
Además de llegar a entender los beneficios que genera el bilingüismo en la función ejecutiva, otra rama de estudio del proyecto BRAINGLOT es conocer por qué cuesta tanto aprender un segundo idioma pasada una edad. "Nuestra tarea es investigar, qué cosas que son distintas de una lengua a otra son las que van a ser más fáciles de aprender y cuáles más difíciles", explica Itziar Laka, profesora de lingüística de la Universidad del País Vasco e investigadora principal Elebilab, grupo que forma parte del proyecto.'Todo el retrato completo nos hace comprender mejor la naturaleza del lenguaje'
Laka insiste en que la información que se consigue estudiando el cerebro de una persona que habla dos idiomas es mucho más rica que la que se logra analizando el de alguien nativo. "Todo el retrato completo nos hace comprender mejor la naturaleza del lenguaje", afirma. Esta especialista evalúa a personas de unos veintitantos años que aprendieron euskera con cuatro o cinco años. "Pensábamos que no íbamos a encontrar diferencias entre ellos y los nativos, pero no ha sido así. A los cuatro años, la primera lengua ya ha ocupado un espacio prioritario en el cerebro, y la segunda tiene que luchar por su espacio".
Pero también se sabe que como se realiza menos esfuerzo con el primer idioma, el tejido cerebral implicado en su uso es menor. De hecho, varios estudios muestran que existen diferencias en la densidad de materia blanca entre las personas bilingües y las que sólo hablan un idioma. "A mayor mielina mayor rapidez de procesamiento. Los cambios no sólo son funcionales sino estructurales. Lo importante es determinar que un aprendizaje externo conforma una morfología cerebral", señala Costa.
El grupo vasco también analiza el efecto que tiene la ergatividad, es decir, "el euskera como las lenguas mayas, el georgiano o el tibetano, es una lengua ergativa y tiene una manera de marcar los sujetos y los objetos distinta a la de las lenguas nominativas como son todas las latinas. Esto se ha considerado una división psicológica. También miramos aspectos como la concordancia verbal que en castellano sólo es con el sujeto, mientras que en euskera es con el sujeto, el objeto y el dativo. Y ahí vemos que cuando tienes concordancia en tu lengua nativa, puedes usar ese recurso para la segunda lengua".
Un aprendizaje individual
En definitiva, lo que pretenden estos investigadores es hacer un mapa de las cosas que son distintas en la lengua y, cuando ésta no es nativa, cómo se representa en el cerebro. "Hemos intentando completar el mapa en la franja de los cuatro-cinco años para saber cómo se va colocando la segunda lengua en el cerebro cuando se aprende a esa edad. Pretendemos tener una base empírica sólida y seria de qué cosas son difíciles y fáciles para aprender una lengua", explica Laka."Mientras en las lenguas nativas todos somos igual de buenos, sólo hay diferencias por la educación, en las segundas lenguas no todo el mundo es igual. Hay evidencias que sugieren que determinadas maneras de aprender una lengua son más validas para unas personas que para otras. Quizás en un futuro podamos predecir, según el tipo de persona que seas, la manera de aprendizaje que requieres", aventura Laka.
Porque un objetivo a largo plazo es que este conocimiento sirva para ayudar a aprender una segunda lengua de manera más eficiente. "Pero esto sólo se podrá hacer cuando sepamos mucho más sobre este tema", explica esta investigadora que también señala la falta de recursos a un año vista. "El proyecto nació con el compromiso político de que los recursos que íbamos a tener no se iban a terminar finalizados los cinco años, sino que tendría continuidad. Pero eso ha cambiado. Es verdad que la situación económica también lo ha hecho, pero es una pena que en un país ideal para estudiar el bilingüismo no se pueda hacer. No es un problema de recursos humanos sino de estabilidad e infraestructura para hacer ciencia".
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