lunes, 9 de abril de 2012

Qué guay, el español de España

Utilizar acera para referirse a la banqueta, decir aparcar en vez de estacionar, llamar juerga a la fiesta y emplear pirarse en lugar de huir, son usos del español de España que se han incorporado en el léxico de los mexicanos en los últimos tiempos.

Sea a través de series de televisión, del subtitulaje de las películas, de medios de comunicación o de libros traducidos por los españoles, el español de México está teniendo una penetración de usos españoles actuales.

Aunque hay palabras que se conocen pero no se usan como alféizar, cotillerar, gilipollas, joder o curro, hay otros términos españoles usados: mal quedas, vale, aparcadero y a veces kinki, que define a seres que pertenece a un grupo social marginado.

¿Por qué los mexicanos incorporamos a nuestro español palabras y giros que nunca han sido nuestros? Para algunos la respuesta es una: es parte de la estandarización del español en el mundo de habla hispana, pero para otros responde a factores comerciales, globales y culturales.

A esa interrogante se suman dudas sobre si la fácil penetración de esas palabras españolas en el habla de los mexicanos se debe a una educación "frágil" o "pobre" o si sólo responde a una moda detonada por los medios, en especial la televisión.

El académico de El Colegio de México, Luis Fernando Lara, dice que esta situación se debe a varios factores, entre ellos el aumento de las comunicaciones entre los países hispanohablantes, la lectura de la prensa española, como El País; la presencia de empresas españolas que traen sus propias campañas publicitarias.

Pero que además, dice, llegan con una arrogancia "muy característica del capitalismo español actual, de nuevos dominadores, por lo que no se cuidan de respetar formas de expresión mexicanas y, por el contrario, actúan imponiendo su propia manera de hablar. En este contexto, es manifiesta la política española que promueve lo que llaman ‘la marca España’, con el fuerte apoyo de la Real Academia Española, Fundéu y EFE".

El lingüista mexicano que coordinó el Diccionario del español de México dice que la lengua española actual es resultado de un milenio de evolución y que por diferentes causas esa lengua se ha mantenido suficientemente unida como para que nos podamos comunicar bien cerca de 400 millones de hispanohablantes. "Nuestro español mexicano forma parte de esa unidad, por lo tanto nuestras palabras las compartimos con todos los demás, como herencia", señala.

De la misma opinión es Arturo Hernández, secretario académico del Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. "El español es patrimonio de todos los hispanohablantes, la lata es cuando incorporamos al idioma palabras de otras lenguas".

Una educación frágil

Lara afirma que "nuestra educación pública es un desastre: comenzando por los Presidentes de la República, ministros, secretarios de Educación, sus empleados y los maestros, todos han tenido una muy deficiente educación de la lengua".

Asegura que las maneras mexicanas tradicionales de hablar ya no se transmiten en las escuelas y que encandilados por el inglés, todos esos individuos y las empresas, creen que usar palabras del inglés es "lo moderno", lo que les da prestigio y poder.

"Así, ya no piden ‘un caballito de tequila’ sino ‘un shot’; Zedillo le contestó una vez a una mujer que le pedía limosna: ‘no traigo cash’; en las tiendas ya no le dan comprobantes de compra, sino ‘vouchers’; en aeropuertos los mostradores son de ‘check-in’; ahora está de moda llamar al hostigamiento en las escuelas ‘bullying’, etc. De tal manera, la conciencia de hablar español entre nosotros está muy dañada y la gente, completamente desorientada", señala.

Lara reconoce que acera ha sido la palabra más generalizada en español y por eso, cuando queremos darnos a entender con otros hispanohablantes, omitimos banqueta, como los colombianos omiten andén. "Esa capacidad es la que debiera nutrir una buena educación del español en México. No he oído, todavía, que un mexicano diga aparcar, más bien se conserva nuestro estacionar".

Para Hernández no existe ningún problema en que se incorporen palabras del español actual de España.

"Decimos cluch, imagínate decir ‘¡pisale el embrague!’ o ‘¡métele el embrague!’ No lo decimos, se oye horrible. Hemos incorporado varias palabras pero no importa, somos hispanohablantes también, no es préstamo de otra lengua".

El catedrático incluso niega verle algún problema a ese hecho y reconoce que se está estandarizando el uso del español. "Se están eliminando las diferencias, parece que los mexicanos éramos muy distintos a los españoles y ahora eso no es tan cierto".

Riqueza de lenguaje

Para Hernández hay una gran influencia de los medios de comunicación, que incluyen programas en todos los dialectos del español. "Más que los subtitulajes de las películas o las traducciones hechas por españoles de los libros, influyen más los programas de televisión, porque no es lo mismo leer el lenguaje, que oírlo y fijarnos en cómo dijo esa palabra y seguirla usando con ese sentido", dice el profesor de la UNAM.

Recalca que esto mismo les está pasando a los españoles, ellos están adquiriendo léxico de toda Latinoamérica. "En realidad no es una cuestión de ‘¡uy, qué miedo!’ Igual leemos Cervantes que leemos Cortázar, García Márquez o Fuentes y no pasa nada, no es como leer Shakespeare".

Para Lara es tal la penetración, que cita el caso de diarios como La Jornada, cuyos correctores de estilo se apegan tanto a los dictados académicos y los manuales de estilo de la prensa española, que ya comienza a utilizar la palabra "fallo" con el significado mexicano de "falla".

"Para nosotros, una falla es un mal funcionamiento de algo, mientras que un fallo es una decisión judicial; algo que, paradójicamente, le hizo daño a La Jornada en su pleito con Letras Libres, fue el uso español de la palabra ‘complicidad’; hoy, en España, tienden a entenderla como ‘colaboración cercana’, mientras que en español de México quiere decir ‘colaboración en un delito’", afirma.

Cita además el caso de los locutores de futbol que comienzan a usar el "leísmo", característica del castellano, diferente del "loísmo" mexicano, tradicionalmente considerado más correcto —incluso por la RAE.

"En México solemos decir ‘lo invito a cenar’; los españoles leístas dicen ‘le invito a cenar’. Es como si esos mexicanos pensaran que el leísmo es más cortés. Falso", señala.

Hernández no lo considera un problema, acaso le parece curioso: "No hay que escandalizarnos, en todo caso tenemos más palabras y un léxico más rico, no perdemos nuestras palabras. ¿Qué pasa? Pues nada.

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