“Mi hijo acaba de hacer un máster en Comunicación Audiovisual y estos días han sido un estrés, porque ha estado preparando un show como trabajo final. Creo que hay unas chicas que hacen ballet, un músico de jazz… ¡Ha trabajado muchísimo! Entonces me di cuenta de lo mayor que es, ¡qué shock, mujer! Ha creado incluso su propia página web, y la verdad es que está encantado. Luego te envío un e-mail y te copio el link.”
A nadie le sorprende hoy en día escuchar de boca de un hispanohablante el discurso precedente, y ningún castellanoparlante tiene dificultad alguna en comprenderlo. Sin embargo, la secuencia está plagada de palabras que provienen de otras lenguas. ¿Es correcto el uso de términos extranjeros?
Un breve repaso histórico
La apropiación de voces foráneas es un fenómeno espontáneo que se ha dado siempre en las lenguas naturales. En el caso del castellano la lengua de influencia ha variado según las distintas épocas. En la Edad Media, cuando la península fue conquistada por los musulmanes, le robamos a la lengua árabe numerosos vocablos que hoy forman parte necesaria de nuestro léxico. Ejemplo de ello son palabras como aceite, alquimia, almohada u ojalá.
Hace no tanto tiempo la lengua de referencia pasó a ser el francés, segunda lengua oficial de la mayoría de los colegios en España. Muchos galicismos tienen una frecuencia de uso muy elevada en nuestros días, como por ejemplo capó, entrecot, beige (también: "beis"), chef o debutar.
En la actualidad parece evidente que la mayoría de nuestros extranjerismos provienen del inglés. La globalización e internet aceleran los procesos de trasvase de voces de unas lenguas a otras, y éstos se dan con mayor facilidad. No obstante, son menos fiables. Cuando en el Siglo de Oro una palabra foránea aparecía repetidamente en los textos más conocidos, y era transcrita de papel en papel, la seguridad de que ya había sido integrada por completo en la lengua era grande. Pero internet permite poner de moda giros o expresiones que pueden perderse al poco tiempo. Los tiempos han cambiado y la vida es más veloz: la comunicación es inmediata y la actualidad de los medios de comunicación es a tiempo real. Pero el lenguaje tiene su propio ritmo. Es lento, sí, pero también certero, y debemos ser pacientes para disfrutar de esa garantía.
Extranjerismos necesarios e innecesarios
Los extranjerismos que hallamos hoy en día en español son innumerables. Como recoge la Real Academia Española en el Diccionario Panhispánico de Dudas, muchas de estas palabras extranjeras son necesarias, dado que no tienen equivalente en español. Es el caso de software, kitsch o leitmotiv. Otros extranjerismos se han extendido universalmente y su uso ha quedado así afirmado por razones de prestigio (ballet, blues, jazz) o gracias a la omnipresente publicidad, como sucede con playboy (¿dónde quedó el castizo “donjuán”?).
No obstante, algunos de los extranjerismos que empleamos más a menudo son innecesarios, ya que existen es español voces equivalentes, actuales y vigentes. La RAE desaconseja su uso y nos anima a emplear las palabras correspodientes de nuestro patrimonio léxico.
- Sponsor. Su uso es frecuente y la escuchamos a menudo en competiciones deportivas o eventos publicitados. Aunque el Diccionario de la RAE (DRAE) lo recoge, remite directamente en su definición a la palabra española correspondiente, “patrocinador”.
- Link. Los vocablos que pertenecen al mundo de la informática son cada vez más frecuentes en la conversación coloquial, ya que el uso de los ordenadores y de internet forma parte de la vida cotidiana de la gran mayoría de las personas. Algunas de estas palabras se han mantenido en español, como CD-ROM (Sigla del ingl. Compact Disc Read-Only Memory), para la que la RAE contempla la curiosa grafía “cederrón”. Pero otras no han gozado del mismo éxito y poseen, además, una equivalencia en español correcta. El DRAE no recoge “link”, en cuyo lugar debemos emplear “enlace”.
- E-mail. El presidente de la Academia Argentina de las Letras, Pedro Luis Barcias, a través del Diccionario Panhispánico sugiere “evitar el omnipresente e-mail y usar «correo electrónico»”. Lo cierto es, no obstante, que esta voz está muy extendida y es más económica que el término en español. Tal vez no haya pasado el tiempo suficiente, pero no sería de extrañar que terminara formando parte del DRAE. Por el momento, no está recogida en el diccionario.
- Show. Esta palabra resulta curiosa porque, aunque está en el diccionario, en el avance que ofrece la RAE de la vigésima tercera edición del mismo aparece como un “artículo propuesto para ser suprimido.” Lo deseable sería emplear “espectáculo” o “exhibición”.
- Atrezo. En este caso nos hallamos ante un italianismo al que le hemos robado una z. Esta palabra, propia del mundo del cine y del teatro, tiene un equivalente exacto en español, que además es muy específico. Así, el DRAE la recoge, pero remite al término “utilería”.
- Premier. A veces la vemos escrita como “premiere”. Al no estar aceptada por la RAE, no hay acuerdo en cuanto a la grafía. Del francés “première”, este galicismo es empleado con frecuencia por los medios de comunicación, pero no sería necesario, ya que podrían perfectamente servirse de “estreno”.
- Shock. No aparece en el DRAE, donde sí hay equivalentes en castellano, como “conmoción” o “choque”. La palabra proviene del ámbito médico, donde muchos términos no se adaptan al español, a menudo porque ni siquiera se traducen (by-pass, por ejemplo). Por este motivo, el “estado de shock” pasó a emplearse en la lengua coloquial para expresar exageradamente un impacto muy grande o una impresión muy fuerte. A partir de ahí se han popularizado otras expresiones equivalentes, normalmente coloquiales (“Fue un shock”).
- Backstage. “Entre bastidores” o “entre bambalinas” son los términos castellanos que la RAE aconseja emplear en lugar de éste, usado con mucha frecuencia en los conciertos musicales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario